Me acuerdo cuando un terapeuta me preguntó si realmente quería cambiar. Y me pareció una pregunta tonta: Claro que sí! Vengo a la terapia por esto! Invierto tiempo, energía y dinero para conseguir un cambio en mi vida. Y esta pregunta la hago en terapia individual y de pareja muchas veces y la respuesta siempre es la misma: Por supuesto que quiero o queremos cambiar. Sólo que no sabemos cómo.
Parece que la voluntad de cambiar por si sola no es suficiente. Si fuera suficiente, todo el mundo que quiere cambiar ya lo habrá conseguido. Pero cambiar significa también poner en riesgo lo conocido. Atreverse a explorar versiones de si mismo desconocidas. Y esto puede llevarnos al miedo, porque si soy diferente, qué pasará con mis relaciones? Igual me quedo solo? Qué pasará con mi trabajo? Igual tendré que reconocer que nunca me ha gustado y lo dejaré?
Estar en lo conocido, aunque nos proporciona sufrimiento por un lado, por el otro tiene sus beneficios: hacer siempre lo mismo es un ahorro de energía comparando con gastarla en crear algo nuevo. Moverse por el mundo como un autómata tiene sus ventajas: no tengo que pensar demasiado, por ejemplo. Y los cambios pueden ser estresantes, pueden desafiar nuestros valores y formas de pensar, pueden provocar rupturas y el resultado es incierto. Pues quizás es mejor quedarse con lo que hay? No dice un proverbio que “mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”?
Entonces, si la voluntad de cambiar no es suficiente, qué más necesitamos? Creo que la consciencia de los beneficios que tenemos estando como estamos. Una buena pregunta sería: Qué perderé si cambio? Qué obtengo de bueno en la situación que estoy ahora? Pasa con algunas personas que tienen algún tipo de enfermedad o condición psicológica, cuando les preguntas, el cambio es lo que desean más en la vida, pero no ven que obtienen algo de la situación en la que están: por ejemplo la atención de sus familiares, y si se curan puede que no la tengan, o no la tengan tanta. Normalmente no es consciente, y justamente lo que es inconsciente frena que se produzca un cambio.
Cómo hacemos los cambios? Hay personas que yo llamo “cuchillos” que su manera de hacer es cortar de forma abrupta, con sus relaciones, con su vida, sin pensar en lo que pasará a continuación. Me pregunto: Qué evitan haciéndolo de esta manera? El dolor que supone desprenderse de las personas y cosas? O el miedo? Hay otros que llamo “eternos no preparados” que se toman su tiempo preparándose para el cambio, pueden tirarse años enteros, y luego al final lo hacen. O no. A estos siempre les falta algo, siempre hay alguna excusa y nunca el momento es bueno. Luego hay los “hormigas”, que van haciendo pequeños pasitos, parece que no avanzan pero van haciendo diminutos ajustes que al final tiene un efecto dómino. Están también “los oradores – soñadores” que pueden hablar durante horas sobre los cambios que van a hacer, desarrollan visiones grandiosas y en las visiones se quedan, porque no se ponen nunca en marcha. En cambio, los “oradores resignados”, también se quedan en la inacción, pero ellos hablan de lo mucho que les gustaría pero “no pueden” por una serie de motivos (que normalmente son personas cercanas a ellas). También están los “entusiastas”, que siempre están cambiando algo, parece que el cambio es su vida. Normalmente tienen un gran miedo a la estabilidad y echar raíces en algún lado. En fin, hay muchos estilos… Cuál es el mejor? Pues según mi punto de vista ninguno es mejor que otro. También pienso que en la vida hay momentos para todo, para un cambio abrupto y para un cambio lento estilo “hormiga”. Lo que sí que veo, que cuando los cambios externos son consecuencia de los cambios internos, entonces es cuando ocurren de una forma más fluida y son más coherentes.
También he visto que el pasado quiere ser honrado y reconocido. A veces tenemos muchas ganas de cambiar y cortar con él y nos olvidamos de esto. Y, cuando queremos rápidamente pasar la página, realmente no nos despedimos, y como consecuencia el pasado se nos repite como una comida mal digerida. Yo tuve un negocio en una de las épocas más dolorosas de mi vida, y cuando lo cerré, sólo quería olvidarme de aquello. Dos años después, cuando ya estaba mucho más tranquila, empezaron a llamarme personas preguntando por el negocio, queriendo comprar productos, etc. No me lo podía creer… Me provocaba una gran rabia. No quería volverlo mirar porque significaba recordar todo aquel dolor. Hasta que me di cuenta que cerré el negocio físico pero no cerré el negocio en mi corazón, no había reconocido lo que significaba para mí, lo que había aprendido durante el tiempo que lo tuve. Así que hice el duelo de este proyecto 2 años después de cerrarlo físicamente y ahora puedo decir que tiene un buen lugar en mi corazón, y puedo mirar a esta etapa sintiéndome tranquila y viendo lo aprendido.
En el coaching generativo se propone una visualización de “museo de historia personal”, donde se ubican los objetos, personas y eventos que formaron parte de nuestro pasado, y allí es donde podemos ir a visitarlos y honrar lo que fue. Es una forma simbólica de poder reconocerlos, dar las gracias por lo que nos aportaron, ya que incluso lo más doloroso nos aporta algo.
Por el contrario, cuando nos pasan cosas bellas, queremos parar el tiempo y tampoco es posible. Ojalá existiera un botón “STOP” que pudiera apretar para congelar estos momentos. A veces en la terapia de pareja escucho: quiero que sea como al principio… Pero la vida cambia, y con ella nosotros, y con nosotros las relaciones. A veces deseamos cambios, y a veces nos los encontramos y tenemos que ajustarnos a ellos. Por eso se habla en la Terapia Gestalt de desarrollar flexibilidad frente a la vida, porque es cuando más posibilidad tenemos de adaptarnos a ella, de permanecer abiertos. La flexibilidad conlleva poder incluir dentro de nuestro autoconcepto nuevas facetas de nosotros mismos, darnos oportunidad de ser alguien más que una idea de cómo debemos ser, ampliar los mapas mentales y gracias a eso tener más posibilidades de afrontar los cambios que nos llegan y llevar a cabo los cambios que deseamos.