En su libro “Herramientas del Espíritu”, Robert Dilts y Robert Mcdonald, eminencias del mundo de PNL y Coaching, cuentan una metáfora que me parece muy adecuada para reflejar cómo es muchas veces nuestra relación con el dolor, como ignoramos el mensaje de importancia vital que nos trae. En nuestra cultura no se nos enseña a conectar con nuestro cuerpo y emociones, y cuando algo nos duele vamos a menudo a un médico / terapeuta con una demanda de “Quítamelo!”, pidiendo soluciones rápidas y sin tomar esfuerzo ni responsabilidad de participar en nuestro propio proceso de sanación.
Para reflexionar sobre dolor, compasión, humildad, y la implicación en nuestra transformación.
“Hay un relato sobre un hombre que viajó grandes distancias y supero todo tipo de dificultades para visitar a un famoso terapeuta. Cuando finalmente consiguió llegar a su consulta, su sufrimiento era evidente. Le dijo al terapeuta que necesitaba ayuda desesperadamente. Aquel terapeuta, que muy bien podría ser un practicante de PNL, le preguntó con toda naturalidad: “Qué desea?” El paciente respondió: “Oigo hablar de usted desde hace tiempo. Sé que es un gran especialista en su campo. Por favor, haga que mi mano deje de dolerme.”
El terapeuta, especialmente atento, había notado desde el comienzo que aquel hombre había colocado su mano sobre la estufa encendida. Así que, con tono de la autoridad científica, le dijo: “Su mano está sobre la estufa caliente”.
“Ya lo sé – respondió aquel hombre – Por favor, haga que mi mano deje de dolerme.”
Aclarándose la voz, el terapeuta le dijo: “Bastará que retire usted su mano de la estufa para que deje de dolerle.”
A lo que el hombre respondió: “No me entiende. No quiero retirar la mano, simplemente quiero que haga que deje de dolerme”.
Reflexionando, el especialista dijo: “De modo que usted no quiere cambiar su comportamiento, sólo quiere que su mano deje de dolerle. Bueno, podríamos conseguirlo de varias formas, entre ellas seccionándole los nervios de la mano. Sin embargo, aunque desaparecerá el dolor, su mano acabaría sin duda destruida. Tal vez haya llegado al momento de que le preste respetuosamente atención a su dolor. Resulta obvio que está tratando de decirle algo de importancia vital”.
Cuántos de nosotros ignoramos los mensajes de nuestro cuerpo y nuestras emociones? Cada vez que trivializamos nuestro dolor, perdemos una oportunidad de comprendernos mejor a nosotros mismos. Ignoramos así nuestros sentimientos y objetivos más profundos. Entonces, al igual que le hombre de la mano en la estufa, al no querer aprender de nuestro dolor, imploramos una solución que no tan sólo no es recomendable, sino que además será la causa de un daño mayor.
Podemos utilizar nuestro sufrimiento personal a modo de faro que ilumine su propia fuente y su estructura básica. Todo el dolor tiene un valor de mensaje, porque nos indica dónde buscar, que parte de nosotros requiere de nuestra atención y nuestros cuidados para sus heridas. El dolor nos conduce a la causa de la herida, llamando normalmente en voz baja al principio nuestra atención, pero pudiendo llegar a hacerlo a pleno pulmón, si insistimos en ignorarlo.
A un nivel distinto, el don de nuestro malestar emocional, se corresponde con nuestra compasión por el dolor de otra persona. El sufrimiento puede unir a las personas, a través de la mutua comprensión. Cuando sufrimos, solemos buscar compañía de otros. El dolor nos hace humildes. Es el gran ecualizador. Al igual que el nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte, el dolor hace caso omiso a nuestra arrogancia y nos pone de rodillas, en una posición en la que todos estamos más o menos a la misma altura.
(…)
Desde mi punto de vista, la joya del dolor es la compasión. La compasión significa “sufrir con”. Cuando nos compadecemos de otro nos damos cuenta de que su sufrimiento refleja el nuestro y – a un nivel mayor – el de la condición humana. De este modo podríamos considerar la compasión como la base de la civilización. Cuanto más conscientes seamos de nuestro dolor, y cuanto más capaces seamos de ponernos en la piel del otro, más probable será que nos comportemos civilizadamente. Tal vez la compasión y la ternura que ésta engendra, constituyan asimismo la base sobre la que crear un mundo al que las personas puedan realmente desear pertenecer.”
“Herramientas del Espíritu” R. Dilts R. McDonald. Ediciones Urano. Pag. 115 – 118.
Me ha encantado tu texto. Hace ya 4 meses que padezco lo mismo.
Te entiendo.
Cuanta razón, Asia¡ Queremos desprendernos rápidamente del dolor sin llegar a buscar y sanar “la herida”. Queremos sanar ya, sin pasar por la fase de aceptación, de enfrentarnos a él y con calma llegar a la herida, observarla y luego curarla para quitar el dolor.
Gracias Majo!
Están estimulante todos estos consejos que nos hacen reflexionar y cojer el camino verdadero para asi mantener unido nuestro hogar y la familia gracias por todo