En la terapia gestalt transpersonal descubrimos y hacemos consciente la Presencia – el testigo de todas las actividades, sentimientos, pensamientos que ocurren en nuestro cuerpo y también relaciones, acciones que pasan fuera de nuestro cuerpo físico. Este testigo puro no tiene preferencias sobre lo que está observando, simplemente está presente siempre. Y lo que es importante, no está haciendo esfuerzos para ser consciente. No está haciendo esfuerzos para observar lo que está pasando. No hace comentarios sobre lo que ocurre, es absolutamente silencioso. Su cualidad es aceptación, y no en el sentido de “tomar la acción de aceptar”, sino que, se puede decir, que no lo puede evitar – él y la aceptación son uno y lo mismo. Desde este testigo surgen movimientos espontáneos, puros, que están alineados con las acciones del Universo.
Desde la terapia gestalt y la terapia transpersonal se invita a descubrir y potenciar este testigo neutral, poder observar más lo que nos pasa desde un estado de desapego. Observamos más y reaccionamos menos, pudiendo tomar distancia respecto lo que nos ocurre tanto al nivel interno como externo. Allí podemos darnos cuenta de la realidad de nuestra propia experiencia.
El ego también puede funcionar como observador. Pero no es un observador neutral, porque observa con algún tipo de interés. Cuando observa por ejemplo las emociones que ocurren en el cuerpo, siempre tiene algún tipo de comentarios: “Esto no debería estar aquí”, “Esto me molesta” “Porqué me está pasando esto?”, “Cuál es el beneficio para mí?”, etc. Como es un testigo que está mirando con algún tipo de interés, no podemos llamarle puro ni neutral.
Este testigo – ego también puede ser visto desde la luz de la Presencia. Si no hubiera Presencia o Consciencia, no podríamos hablar del ego. Como posee algunas cualidades, coloreado por aspectos de nuestra psique, también puede ser observado desde la neutralidad de la Presencia.
Como sabemos gracias a la física cuántica, el observador modifica lo que observa. Las partículas no se comportan de la misma forma si hay un observador o no. Por la misma razón, la cualidad de observador estará modificando la experiencia. Si nosotros funcionamos más desde el lugar de observador neutral, nuestra experiencia será muy diferente que cuando estamos en la posición del testigo egoico. Los objetos sutiles (emociones, pensamientos) si son observados desde un lugar de la Presencia, tienen un espacio suficiente para poder expresarse, y agotar su expresión. No hay interferencia. En cambio, cuando son vistan desde el ego, muchas veces son negadas, exageradas, interpretadas, modificadas, evitadas. El ego es un comentarista, siempre tiene alguna opinión respecto lo que está pasando dentro o fuera de nosotros. En consecuencia, la experiencia puede que no siga su curso natural. También lo que manifestamos en el mundo, en nuestras relaciones y algunas circunstancias, pueden impregnarse de colores de nuestro ego. Dicen que el “Ego ve sólo el ego, Dios ve sólo a Dios”. En otras palabras, cuando llevamos las gafas azules, lo vemos todo azul. Si quitamos las gafas, vemos un mundo de todos los colores. Dependiendo donde está situado el peso de nuestra percepción, desde donde estamos percibiendo, vamos a tener una visión de lo percibido. Las gafas del ego nos devuelven una imagen del mundo coloreada por nuestros propios condicionamientos. Si percibimos desde el testigo puro, vemos el mundo tal como realmente es: nada es personal, todo es divino, todo forma parte del baile de la vida, incluidos nosotros mismos.
Si descubrimos la posición del testigo puro, y entrenamos nuestra atención en permanecer cada vez más en esta posición, podemos hacer consciente varios tipos de gafas que lleva el ego. Al hacerlas conscientes, podemos quitárnoslas. Incluso no se puede decir que las quitamos, sino se caen por su propio peso, sin poder sostenerse cuando la luz de la verdad cae sobre ellas. De esta manera podemos empezar a caminar con los ojos cada vez más claros, viendo la realidad desde el entendimiento y compasión.