El misterio de la muerte forma una parte inseparable de la vida. Vida – muerte es la primera dualidad de la existencia. Tenemos miedo de morir, sin embargo nos morimos a cada instante – se mueren nuestras ideas, se mueren algunos “yoes” con los que nos hemos identificado, incluso a nivel físico nuestras células se mueren sin parar. Cada noche vamos a la cama y de alguna manera nos morimos, porque dónde está nuestra vida en el sueño profundo? Dónde estamos nosotros? A pesar de eso, nos encanta dormir, morir olvidándonos de todo.
En el camino de autorealización que nos propone la terapia gestalt y la terapia transpersonal nos encontramos a veces en un punto que sentimos que queremos dejar que lo viejo se vaya para poder hacer lugar a lo nuevo. Nos encontramos en un punto de tener detrás el pasado, lo que conocemos, y hacer un paso hacia delante significa dejar lo que no nos sirve, para poder progresar y estar más en unidad con nosotros mismos. Pero a veces nuestra mente no lo ve como una oportunidad, sino como un abismo, que algo terrible nos va a pasar. Y no acabamos de hacer el paso eligiendo lo conocido y aparentemente seguro, aunque supone sofocar nuestro progreso.
Parece que no es fácil despedirse de lo viejo. Sin querer y queriendo a lo largo de nuestras vidas hemos abrazado tantas ideas, conductas y formas de relacionarnos, que ahora cuando la vida nos invita a desprendernos de ellas, algo dentro de nosotros lucha por quedarse en lo viejo, en lo conocido, porque nos da una sensación de seguridad.
Puede ser algo consciente, cuando reconocemos que hay miedo y resistencia a cambio, pero también puede ser que decidamos: Quiero dejarlo! Quiero desprenderme de esto!. Sin embargo, algo no se va, porque en la superficie hay determinación y voluntad, pero debajo, más profundamente, está el miedo, dudas y la pregunta: Qué pasará después?…
El terapeuta gestalt nos ayuda a mirar con sinceridad dentro de nosotros mismos para poder detectar lo que nos frena y sofoca nuestra libertad. Este juego de fuerzas que rozan entre sí: una que nos empuja a cambiar y otra que se opone, es necesario para que el fenómeno de trascendencia tenga lugar.
A veces la vida misma nos prepara el funeral, dejándonos sin opción, pone todo alrededor nuestro patas arriba y no nos queda otra que rendirnos y presenciar la destrucción. Aunque suena aterrador, y puede ser vivido con mucha intensidad, es un momento muy potente. Con el tiempo apreciamos y agradecemos esta “catástrofe”, donde realmente no pudimos hacer nada, sólo rezar.
La muerte nos asusta, porque nos lleva a lo que sentimos que es lo desconocido. Y no hay manera de saber por adelantado como será lo nuevo. Morirse no es fácil, aunque es totalmente necesario si queremos progresar. Requiere de valor y confianza poder abrir los brazos y entregarse en las manos de la vida, dejando detrás lo viejo. Pero sólo en una habitación vaciada de viejos trastos, podemos ver la luz.