En la terapia para autoestima veo personas completamente paralizadas por el miedo a fracaso. No se pueden mover hacia adelante, por el miedo de que moverse supondrá un error y sensación de “perder”. Pueden estar así años, con los proyectos a medias, postergando, fantaseando sobre lo bonito que será cuando por fin serán capaces de moverse. Una prisión hecha de barrotes invisibles, aunque al mismo tiempo impenetrables.
¿De dónde viene el miedo al fracaso?
Venimos de la sociedad dual de éxito y fracaso. Desde pequeños se nos enseña reforzandonos con el “muy bien” cuando algo nos sale. Parece algo muy inocente decir “muy bien” a un niño después de haber conseguido algo, como poner todas las bolas en línea o dibujar un coche. Pero claro, si existe “muy bien” también existirá “muy mal”, incluso cuando no lo decimos… El niño buscará el elogio y evitará la falta de elogio.
También muchas veces se nos ha dicho: “La próxima lo harás mejor”, señalando que no es suficiente lo que has hecho, tienes que repetir para llegar a lo más perfecto y exitoso. Y así ya entramos poco a poco en el camino hacia la autoexigencia.
Crecemos con un sistema educativo donde se castiga el “fracaso” con malas notas y premia el éxito con las buenas, con todas las respectivas consecuencias que eso trae (estrés, ansiedad, exigencia, evitar la escuela, estado de ánimo bajo, etc).
Luego también se nos dice que significa tener “éxito en la vida”, en lo profesional y en lo económico (llegar a un status y un puesto lo suficientemente alto en la escala de los puestos), en lo familiar (llegar a tener una pareja, una familia), en lo personal (gozar del sentimiento de plenitud y realización), en lo físico (cuerpo bonito, cara sin arrugas…) e incluso en lo espiritual (iluminación). Si llegas allí, tienes éxito y puedes sentirte bien. Si no llegas, puedes sentirte “fracasado”.
No digo que no hay aspirar a nada en la vida, pero ¿cuántas veces he visto a la persona (o a mi misma) con la ansiedad que no le deja ni dormir, absorta en el correr frenético detrás de una zanahoria invisible llamada “éxito”? ¿Cuántas veces he visto a la persona deprimida y con ansiedad por no haber conseguido lo que los demás le han dicho que tenía que conseguir? ¿Y estás personas que llegan al “éxito” y siguen sintiéndose vacías? Pero esto ya es otro tema…
¿Y si no existiera la palabra "fracaso"?
¡Yo voto por borrar la palabra “fracaso” del diccionario y no utilizarla nunca más!
No hace nada más que torturarnos y afectar nuestra autoestima.
Me gusta mucho más pensar en las “experiencias” o “aprendizajes”. He tenido muchas experiencias (desagradables y agradables) con las que he aprendido. Con el cierre de un negocio que tuve hace ya 13 años aprendí, entre otras cosas, de la importancia de emprender en algo que realmente me motiva. Con las relaciones que no continuaron aprendí cómo soltar lo que ya no podía ser. Cuando no salieron bien las cosas con el piso que íbamos a comprar, aprendí a esperar y confiar.
Así que la pregunta es, ¿dónde pones el foco cuando tienes una experiencia desagradable o cuando las cosas no salen como tu querías? ¿En el aprendizaje? ¿O en que no han salido?
Esta es nuestra elección: dónde ponemos el foco. La experiencia puede causar sentimientos agradables o desagradables, pero en si misma es neutral. Así que de nosotros depende como la enfocamos, en qué casilla de nuestra mente la guardaremos… en la casilla de “fracaso” o “aprendizaje”. Yo te propongo tirar a la basura las casillas de fracaso, que dejen de existir para siempre. Igual que a veces decides tirar algunas cosas viejas que desde hace tiempo que te molestan. Haz lo mismo con el concepto de fracaso.
Es normal que la mente quiera volver a los viejos hábitos cuando lo intentes, pero verás que practicando cada vez más será más fácil.
¿Y sabes cuál es la buena noticia en todo esto?
Escrito por Asia Drozd
Terapia emocional