“Sea cual fuere vuestra dificultad, el SI no la resolverá. La disolverá. El SI no es obediencia ni resignación. Es un abrazo” Emmanuel – Pat Rodegast
Muchas veces queremos cambiar algo en nosotros. Normalmente empezamos sacando nuestros mejores armas personales y nos vamos a la guerra: empezamos a luchar con aquello que queremos cambiar: “Yo no quiero ahora tener esta ansiedad!”, “Quiero cambiar este miedo, quiero que desaparezca!”, “No quiero sentir esto o aquello!”.
Entramos en una exigencia, y en cuanto más insistimos, más difícil se vuelve la situación. Parece que acabamos alimentando lo que queremos cambiar en nosotros. Es como un pez que se muerde la cola. Cuando digo “No quiero sentir esta ansiedad!”, parece que me pongo más ansiosa por estar ansiosa, es decir: he conseguido una doble ansiedad! Y cuando me doy cuenta de eso, me pongo incluso peor, entran los juicios y reproches de lo mal que lo he hecho…
Y qué pasa si simplemente te lo dejas sentir?…
Desde la Terapia Gestalt proponemos otro camino: el darse cuenta de lo que sentimos, tomar consciencia en vez de una lucha contra lo que está pasando. Cuando nos ponemos en contacto con la experiencia, cuando podemos realmente vivir y observar lo qué nos pasa, el cambio se produce de forma fácil y sin esfuerzo.
No “atacamos” a nuestro problema, no lo intentamos eliminar, sino lo sentimos y más bien observamos como es. Qué es lo que siento? Cómo es la sensación? Estamos en contacto con lo que hay. No negamos, sólo sentimos y observamos.
Por supuesto, nuestra mente – siempre tan activa y atenta – nos dirá que no vale la pena, porque sólo sintiendo no se resuelve el problema, etc. Seguramente intentará alejarnos de la experiencia de alguna manera. Con respeto, podemos darle las gracias por avisarnos de todos estos “peligros”, agradecer que nos quiere cuidar tanto (es verdad! Nos quiere cuidar a su manera!) y volver a la exploración, sin juzgar, sólo observando lo que hay.
Veremos que poco a poco lo problemático se “disuelve” como si fuera un trozo de metal dentro del fuego. Pero no es un fuego de guerra, es una llama ardiente de la consciencia.