Hay preguntas tan poderosas que pueden cambiarte la vida. Son estas que te dejan sin palabras, con la mente vacía, y necesitas un tiempo para llegar a la respuesta. Una de estas preguntas empezó un proceso de cambio que me llevó a perder 10 kg y vencer el hambre emocional.
Después de mi primer embarazo, me encontré atrapada en una situación frustrante: mi peso se estabilizó en un número que parecía imposible de mover. Probé el consejo clásico de «muévete más, come menos», pero no funcionaba para mí. Por más dietas que intentara o horas que dedicara al ejercicio, no lograba ningún cambio duradero.
Al principio, culpé a las circunstancias: la lactancia, el cansancio, la falta de tiempo. Pensé que era algo temporal, que eventualmente mi cuerpo “volvería a su lugar”. Pero no fue así. De hecho, en lugar de perder peso, empecé a ganar algunos kilos más.
Lo que no sabía entonces era que mi problema no se resolvía con más esfuerzo físico o fuerza de voluntad. Había algo mucho más profundo en juego.
La Pregunta que lo cambió todo
En uno de los momentos más frustrantes, me detuve a reflexionar y me hice una pregunta que nunca antes había considerado:
«¿De qué me estoy protegiendo con esta grasa que no quiero perder?»
Esa pregunta me obligó a mirar dentro de mí misma. Me di cuenta de que una parte de mí, en lo más profundo, se sentía segura con ese peso extra. Como si esos kilos fueran una especie de protección emocional frente a algo que no estaba dispuesta a enfrentar.
El camino hacia la Transformación de mi relación con la comida
La respuesta no llegó de inmediato, pero esa pregunta marcó el comienzo de un cambio radical. En lugar de enfocarme únicamente en qué comer o cómo moverme, empecé a explorar mi relación emocional con la comida, mi cuerpo y el peso.
Con el tiempo, descubrí que no solo podía perder esos 10 kilos, sino también soltar muchas cargas emocionales que me estaban frenando. Aprendí a reconciliarme con la comida y conmigo misma, lo que me permitió:
- Mantener mi peso sin esfuerzo.
- Aumentar mi energía (¡vital para cuidar a mis dos hijos!).
- Disfrutar de la comida sin culpa.
- Y, sobre todo, sentirme más equilibrada, tranquila y empoderada.
Lo que aprendí sobre el hambre emocional (y lo que tú también puedes lograr)
Lo que entendí a lo largo de este proceso es que nuestra relación con el peso y la comida no se trata solo de lo que comemos o cuánto nos movemos. Hay un componente emocional y mental que muchas veces ignoramos.
Por eso, si sientes que has probado de todo sin resultados, te invito a reflexionar: ¿Qué emociones están ligadas a tu peso? ¿Qué papel juega tu relación con la comida en tu vida?
Recuerda: el cambio verdadero empieza desde adentro. Si yo pude transformar mi cuerpo y mi vida a través de este proceso, tú también puedes hacerlo. La clave está en reconciliarte contigo misma y con la comida, en lugar de luchar contra ambas.
Si quieres mejorar tu relación con la comida y vencer el hambre emocional, contáctame para poder informarte como hacerlo.