Aguantador – frente una violación de limites aguanta lo que puede y luego explota. A veces finalmente peta y los pone pero de muy mala manera, con violencia. A veces aguanta e implosiona hasta incluso hacerse daño a sí mismo, desarrollando somatizaciones (p.ej úlcera) o pensamientos castigadores hacia sí mismo.
Suelen ser personas que tienen miedo a ser rechazados y a que les juzguen. A veces en la terapia emocional una persona me dice: “Pero yo pongo los limites”, entonces revisamos de qué manera exactamente los pone. Porque hay varios estilos, más o menos eficientes de ponerlos.
Escapista – no pone límites con contundencia porque conecta con la rabia muy brevemente pero en seguida “se escapa” se va a la tristeza, y a veces al victimismo. Pone la responsabilidad en el otro. ¿Por qué me hace esto? ¿Por qué no entiende que debería respetarme? ¿Cuántas veces tengo que decírselo? No se da cuenta que no está asumiendo la responsabilidad y no está conectando con la emoción esencial para poner los límites, que es la rabia. Muchas veces son personas que han sido castigadas por la rabia, por sentirla o por expresarla.
Despistado – no se entera o no se quiere enterar de sus límites. Al ser invadido, “se hace el tonto”, o no se entera de la molestia. Cuando se lo señalas, pone la cara de extrañado. Normalmente son personas que en su pasado han sufrido muchas transgresiones de los límites y han desarrollado una especie de piel muy gruesa que les hace soportar más de la cuenta. Son personas que se desconectan de su cuerpo para no sentir la molestia que les provoca una trasgresión.
Tímido – los pone pero tan flojiiiito que no se escucha nada. Es casi como si dijera “perdóname por ponerte este límite”. El otro normalmente ignora sus límites y a veces el tímido se sorprende porqué no se le respeta. Son estas personas que en la terapia me dicen: “Si ya se lo he dicho”. Ok, pero ¿Cómo se lo has puesto? ¿Te ha escuchado?. Como el otro no le escucha, se acaban sintiendo frustrados, lo que les lleva a más timidez… Muchas veces tiene una gran dificultad de conectar con la rabia. Y no se le ha enseñado que es algo bueno luchar por lo propio.
Educado – se explica tanto, justifica tanto el poner los límites, que normalmente no se entiende que es lo que quiere realmente. De fondo tiene miedo de ponerlos, miedo de ser rechazado, miedo a hacer daño al otro. Al faltar contundencia, el otro normalmente no lo entiende. El límite se diluye dentro de muchas palabras. Y el educado acaba frustrado porque no se siente respetado. Acaba con la sensación que si que ha puesto el límite pero la manera de ponerlo no ha sido eficaz.
Fogoso – no le cuesta nada poner límites, a la mínima violación explota. Es como si siempre estuviera en un estado de alerta, pendiente de sus límites y vigilándolos como un león su territorio. “No le paso ni una”, “A mi no me van a tomar el pelo” – son las frases que los representan. Probablemente en el pasado sus límites habían sido trascendidos violentamente, y se prometieron a sí mismos que nunca más les volvería a pasar. Suelen tener dificultades en las relaciones porque el otro se siente poco respetado y se enfada o se distancia. El fogoso se suele arrepentir después.
¿Y tú? ¿Te identificas con alguno de los estilos? ¿O quizás tengas tu propio estilo? Si quieres dejarme algún comentario, ¡encantada de escucharte!
¡Hasta pronto!
Escrito por Asia Drozd
Terapia para aumentar la autoestima
Encantada de sentir- te i veure,t de nou Àsia!
M,ha agrada,t la teva exposició dels estils de saber O no saber posar límits.
Normalment pot ser que hi hagin persones que tinguin una mescla d,alguns d,ells.
Però ha estat aclaridora la descripció.
I gràcies també per donar- nos els teus arxius.
Ets molt generosa.
Fins la pròxima
Muchas gracias Angels, encantada de leerte!
Si, tienes razón, muchos tenemos una mezcla de varios estilos.
Un abrazo fuerte, nos veremos pronto!
Me gustó la reflexión, muchas gracias
Muchas gracias a ti, Marevi, y un abrazo!
Me gustó la reflexión, muchas gracias