En la terapia emocional aprendemos que las emociones nos dan una información importante sobre nosotros mismos y forman parte de nuestra vivencia cotidiana. Su naturaleza es energética y siendo energía tienen que fluir. Yo no me daba cuenta de la parte tan grande de mi experiencia que me estaba perdiendo, hasta que empecé a conectar con mis emociones y reconocerlas. También iba conociendo como me lo montaba para evitar sentirlas. Creo que es interesante darnos cuenta que tipo de estrategias utilizamos para no sentir. En este artículo hablo de algunas de ellas.
Normalmente es más difícil reconocer que sentimos emociones que llamamos “negativas” como la envidia, los celos, la ira, tristeza, dolor, miedo. A veces son proyectadas en los demás. Decimos: “Mira, él es muy celoso. Yo nunca me pongo celosa”. ¿Es serio? ¿Nunca en la vida? Las cualidades que tenemos nosotros, son reflejadas en el otro, como en un espejo. Si yo no tuviera esta cualidad, no podría ni verla en el otro. Si juzgo esta cualidad en el otro, probablemente la juzgo también en mi misma. ¿Qué es lo que pasa entonces con mi celos (en este caso)? Quizás no la muestro, o no la reconozco, porque creo que sentirlo o mostrarlo “es malo” o “es feo” o “le hago saber que me importa demasiado”.
La rabia es también una protagonista de la gestión emocional sobre la que son utilizados varios mecanismos de evitación. Puede que alguien me despierte rabia. Puede que tenga algún tipo de creencia que expresar la rabia significa “portarse mal”. Entonces puedo volver la rabia contra mi misma, autocastigandome (cuando realmente quiero castigar al otro). Y digo: “Es igual, no vale la pena enfadarse”. La rabia volcada hacia dentro, se convierte en una energía que no ha fluido, y en algunos casos repetitivos y extremos puede conducir incluso a somatizaciones físicas.
También hay algunos que reaccionan muy rápido, sienten rabia y no tienen ningún problema de vomitarla encima del otro, normalmente en forma de acusaciones: “¡Lo que haces tú es inaceptable!”, “¡Siempre haces lo mismo!” . Acusando al otro tampoco expresamos que es lo que sentimos en este momento (es decir la rabia). De esta manera no vivimos la rabia conscientemente, simplemente reaccionamos. Aparece un impulso desde fuera (que en nuestro caso es algún comportamiento que es definido como “inaceptable”) y seguidamente aparece la reacción. No hay consciencia de rabia y no hay un responsabilizarse por ella. Como resultado, esta emoción queda evacuada encima del otro. A estas personas se les aconseja en la terapia emocional la contención antes de reaccionar, observando como se mueve la energía de la rabia dentro, percatarse de la sensación. Tomar 3 respiraciones profundas va bien. Esto da un margen de empezar a actuar en vez de reaccionar. Luego habrá tiempo de darse cuenta ¿qué es exactamente que me pone tan rabioso en el otro?
Cuando sentimos algo que nos resulta desagradable, a veces empezamos a racionalizarlo. Nos sentimos triste, y empezamos a decir por ejemplo: “Bueno, no es para tanto. Los demás tienen peores problemas y tiran hacia adelante”. Algunas personas empiezan a hablar en abstracto, o filosofar sobre las emociones, y a la simple pregunta: “¿Cómo te sientes?” dicen por ejemplo: “Siento que estoy caminando por un camino desconocido que me llevará a mi mismo”, “Si, y como te hace sentir esto?” “Pues así: caminando”. Seguimos sin saber si “caminando” significa caminando triste o caminando alegre o caminando furioso. Llevar la atención al cuerpo, a las sensaciones suele ayudar para pasar de la descripción abstracta, a una realidad sentida en el cuerpo en el aquí y ahora.
A veces en la terapia gestalt me he encontrado con las personas que dicen que sienten muchísimo. Pero a la hora de la verdad, no conectan con la emoción en si, sino empiezan a hablar compulsivamente, como si gracias a este mar de palabras la emoción vaya a desaparecer. Dicen “Estoy triste porque….” Y aquí viene una larga explicación e historia sobre lo que ha provocado la emoción. Pero la “historia sobre” no es la mismo que la emoción en sí. A veces incluso parece que les gusta recrear en la historia, repetirla con detalles. Cuando toman la consciencia de lo que realmente sienten en el aquí y ahora, se dan cuenta que sin la historia lo que queda es una sensación en el cuerpo, sin más. Y permitiéndosela sentir en silencio, normalmente la disuelve.
Otra estrategia para no – sentir es hacer algo en contra de lo que realmente sentimos. En psicología Gestalt hablamos de reacciones contrafobicas. Por ejemplo, me da miedo una persona, para evitar sentir el miedo, “voy en contra” de él, es decir me acerco a la persona que temo. No me quiero enterar del miedo, antes que sentirlo tomo la acción en contra de él.
En la terapia Gestalt aprendemos a responsabilizarnos de lo que sentimos, reconocer que las emociones aparecen en mi cuerpo. Es bastante fácil culpar al otro, pero aunque el otro hace algo que me provoca tristeza o rabia, estos sentimientos son míos y de nadie más. Ninguno de los mecanismos que utilizamos para no sentir es algo “malo” en si mismo. Es lo que hemos aprendido a lo largo de los años, son estrategias que nos han funcionado hasta un cierto punto. Pero quizás en algún momento ya no nos sirven. O quizás nos damos cuenta que lo que pensamos no se corresponde con lo que sentimos. O nos damos cuenta que nos estamos engañando a nosotros mismos y no queremos más mentiras. Sea como sea nunca es tarde para conectar con las emociones, reconocerlas y empezar a respetarlas, dándoles derecho a estar aquí como una parte de nuestra experiencia vital. Cuando lo hacemos, nos sentimos más plenos, tenemos la sensación de amarnos un poco más y a la vez, más comprensión hacia los que nos rodean.